El éxito de los X-Men radica en que los lectores se identifican con los personajes, notablemente en la etapa del descubrimiento sexual.
Después de ver la reciente película de X-Men Origins: Wolverine me día a la tarea de desempolvar este ensayo y ponerlo en blanco y negro. Los X-Men siempre han sido mi cómic favorito. Desde que los conocí me han cautivado y es gracias a la visión de los creadores de hacer situaciones con las que se identifiquen los compradores. Claramente el gran éxito fue hacer que los adolescentes —incluido mi Yo adolescente— se sintieran identificados. Dejaron de lado a los superhéroes venidos del espacio o los científicos a los que les sale mal un experimento. En esta ocasión los héroes no son ni aliens ni ñoños. Ahora los creadores, esos dibujantes y guionistas, dejan de plasmar su ideal de vida en los superhéroes que crean para dar paso a un grupo de héroes que no son producto de sus ñoñerías sino que son azares del destino. A unos les toca y a otros no, solo por capricho genético. Los poderes mutantes podrían estar escondidos en ti o en mí. Antes de los X-Men sólo siendo un científico —de preferencia magnate— o sufriendo un accidente podrías tener poderes. Ahora no, con el solo hecho de nacer puedes traer contigo el gen x.
Esta sutil diferencia entre los héroes imposibles y los plausibles da un giro radical en la capacidad de identificarte con el personaje. Nadie es capaz de identificarse con un Supermán y nadie quiere ser tan ñoño como Peter Parker. Más aún todos sabemos que no somos ni tan listos ni tan ricos como Tony Stark o Bruno Díaz. Pero todos pasamos por las mismas situaciones del adolescente Scott Summers o si eres de la inmensa mayoría étnica que no cae en el grupo de los anglo sajones blancos protestantes (WASP, en inglés) te puedes identificar con la piel negra de Ororo Muroe —Storm—, con el semitismo de Eric Lehensherr —Magneto— o con un sinfín de personajes multiculturales.
Pero más que lograr identificarte racialmente, logran que te identifiques con situaciones meramente humanas, en esta —como en todas las demás cosas de la vida— da igual a qué raza pertenezcas, lo importante es lo que nos une como humanos y que nos pasa a todos. Y la mayoría de esas cosas raras que nos pasan, pasan en la adolescencia donde, al igual que los mutantes, decidimos el rumbo que llevará nuestra vida.
En esa etapa de las erecciones constantes uno experimenta grandísimos cambios. Los más fáciles de llevar son los cambios físicos, a todos los hombres nos gusta que la voz se haga más ronca, que los músculos se desarrollen más y ese magnífico estirón que nos hace flacos a todos —bueno, a casi todos—. Y por un lado esos cambios físicos los extrapoló Stan Lee hasta convertirlos en poderes: en la vida real sales bueno para nadar, en el mundo de los x-men sacas rayos de los ojos. Por más que a “ser diferente” le dan connotación negativa y todo mundo finge querer ser “normales”; cuando en realidad todos nos encantaría tener el poder para decirle al bravucón “se me tocas te achicharro” o el equivalente de la vida real “te veo en la alberca (o en la cancha de fut, o en el ajedrez, o dondequiera que esté tu talento)”.
Pero como todo en esta vida, esos cambios físicos traen consigo desventajas. Es ahí cuando llegan los malditos cambios hormonales, que entre otras cosas provocan esas detestables inseguridades sociales. Esas que hacen que nomás de ver a una chica se te ponga el mundo de cabeza y no sabes qué hacer o qué decir —eso, he de confesar, aún me pasa—. Y es desesperante cuando haces cosas estúpidas para encajar porque no te gusta que la chava (tan insegura como tú, por cierto) se entere que sacas rayos o que usas un speedo. ¡Claro, todos sabemos que la forma rápida de conseguir una chica es esconder tu descubrimiento sexual haciendo sandeces! ¿no? Por eso empiezas a hacer todas esas cosas para lubricar las relaciones sociales, como emborracharte y empezar a fumar o en el mundo falso puedes caer en el lado oscuro y ser malo. Que a fin de cuentas no mejoran tu despertar sexual.
El descubrimiento de la sexualidad es un punto clave en la identificación de tú: humano; con el mutante del cómic. La historieta está plagada de simbolismos sexuales que son transportados desde el mundo adolescente al universo mutante. Quien se queda con Jean Gray es Cíclope, el ñoño; pero ella tiene sueños húmedos con Wolverine, el macho (el de las garras más largas). También hay mutantes que tienen miedo a ser tocados —en más de un sentido— porque pueden revelar sus secretos. Aparte de todos estos simbolismos y situaciones de índole sexual hay un caso clave que está presente siempre, es el más notorio y de ahí se basan la mayoría de los argumentos de la serie. Son las situaciones de rechazo y discriminación sexual, extrapoladas, nuevamente de un contratiempo de la adolescencia: el descubrimiento homosexual.
El proceso de aceptación de ser un mutante es igualito al proceso de salir del clóset. Primero tienes miedo que nadie se entere y tratas de ocultarlo, aunque en realidad sabes que no hay nada malo en ti. Sabes que tus poderes, o tu homosexualidad no son un castigo; pero sí son una diferencia. Eso hace que se creen grupos, unos de amor y otros de odio. Los más claros son los de odio: tú me odias y yo te reciproco mi odio. El grupo de los mutantes malos quiere exterminar a los humanos; los gays radicales no quieren erradicar a los heterosexuales —muchos de ellos probablemente porque no pueden— pero sí los erradican totalmente de sus vidas. Esto hace que los grupos de mutantes sean cerradísimos entre sí —buenos y malos al parejo— y rechacen a los homo sapiens porque no les sirven ¿suena familiar?
Para no balconear a nadie explicaré los próximos dos ejemplos como si fueran propios. Hace poco fui a una fiesta gay con mi amiga Ororo (nuevamente para no balconear). Ella y yo éramos los únicos heterosexuales, la fiesta estaba por mudar de sitio y había que emborrachar a los comensales. El anfitrión contó a las personas y preparó sendos caballitos de vodka. Como eran caballitos para “todos” Ororo y yo hicimos los tradicionales comentarios de asco por el alcohol puro. Al anfitrión gay notando que literalmente se había olvidado a los “bugas” (a mi gusto un término un tanto despectivo) fue a buscar dos caballitos más ¿Es o no un acto de discriminación? Al parecer solo le importaba poner borrachos a “las comadres”.
Ahora volviendo al otro lado (literalmente). En las películas y en los cómics hay escenas donde los adolescentes salen del clóset mutante, y las reacciones de los padres son idénticas a las de los padres de los homosexuales. Cuando los mutantes o los homosexuales declaran serlo, las reacciones de los padres son muy variadas: hay quienes lo niegan por completo, hay quienes castigan a sus hijos y tratan de sacárselo a golpes —tristemente si hay quien trate de “enderezar” con violencia; en el caso del gen x también pasa pero ahí no son más que dibujos— y de plano hay en los dos universos papás quienes corren a sus hijos de la casa. Sabemos que la violencia engendra más violencia, y ahí aparecen más formas de identificarse: los gays, como los mutantes que son tratados con respeto crecen para respetar. Mientras que los que crecen con abusos, crecen para abusar. Con Wolverine y Sabretooth pasa igual. Wolverine se hace bueno, mientras que Sabretooth, quien fue torturado por su padre de niño, crece para convertirse a en un animal.
Tengo que hacer una pausa para aclarar algo. El término mutante tiene connotaciones negativas y he tratado de nunca comparar la palabra mutante con homosexual. Las comparaciones son en las situaciones que viven unos y otros. NUNCA ME REFERIRÉ A UN HOMOSEXUAL COMO MUTANTE. Somos todos humanos y velando por la neutralidad se puede decir que yo no soy ni mutante ni homosexual, o más bien sí tengo algo de mutante y algo de homosexual. Como todos nosotros tengo diferencias físicas y también como todos nosotros pasé por la etapa de definición sexual. El punto aquí es evitar estos grupos de odio y sobretodo las comparaciones ofensivas.
Ahora bien, para redondear, vale la pena hacer énfasis en que el cómic alcanzó tal popularidad porque explota aspectos de todos los humanos, el más notable el descubrimiento de su sexualidad/poderes en una minoría. Aún así hay momentos en los a que a todos nos gustaría ser mutante/homosexual y más importante aún: ser aceptado como tal. Está en nosotros si decidimos ser como Charles Xavier y pelear por lograr convivir o dejarnos llevar y formar nuestros grupos de odio/discriminación, de cualquier bando en el que estés. Diferencias entre humanos siempre va a haber y es mejor desfogarlas y enfocarlas al arte como lo hicieron los autores en vez de luchar por movimientos que segreguen más a nuestra sociedad tan, ya de por sí, plural.
2 comentarios:
Soy tu fans luisfér, buenazo el post
jaja gracias Joe
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