martes, 30 de septiembre de 2008
Montreal. Capítulo I
Les escribo desde como ya saben desde Montreal, estoy en el Centre Eaton que de seguro la China ya conoce porque aquí hay internet inalámbrico y puedo usar mi compu. En casa de Zaida lo podría haber hecho pero prefiero dejarles su espacio. Me disculpo por no llamarle a mi papá en el día del padre pero ya me entenderán dentro de un par de párrafos. Les voy a contar mis últimos días que han sido larguísimos y llenos de eventos, no parece que hubiese llegado hace solo una semana.
Llegué a Montreal y el tipo de la aduana me selló el pasaporte después de una brevísima entrevista: ¿Ya has venido a Montreal? - Sí, varias veces, contesté en francés- ¿A qué vienes? -Proseguía el agente-. Así, me hicieron un par de preguntas más, e incluso salí del aeropuerto sin que me revisaran la mochila. Esta vez en realidad me hicieron sentir bienvenido. Después de la puerta estaba Gabo esperándome, con instrucciones de que nomás llegara le llamara a Zaida y me iría a buscar al aeropuerto.
Los siguientes días fueron de turisteo y búsqueda de empleo. Acompañados de un acogedor recibimiento por parte de Osvaldo y Zaida. El domingo al mediodía recibí la llamada de un agente de empleo. Comenzaba así la parte obrera del viaje.
El tipo nos citó en una estación de metro a las 3 de la tarde. Nos condujo a una empresa de reciclaje a las afueras de la ciudad. La sola idea del reciclaje me iluminó el panorama, creía que el trabajo a realizar sería gratificante y contribuidor al planeta ¡No sabía lo que me esperaba! El trabajo consistió en ir seaparando los desechos inorgánicos conforme pasaban por una banda para su posterior reciclaje. Estaba bien, no olía mal y no corría riesgo alguno. Hasta que una señal sonora indicaba el turno de la limpieza de la parte inferior de las máquinas.
Tampoco fue demasiado duro. La limpieza fue barrer lo que no alcanza a subir y llevar los desechos al inicio de la banda. Lo desagradable comenzó cuando al barrer se levantan polvos, que si bien llevábamos lentes protectores y cubrebocas especiales, las protecciones no son sellados herméticos y la nube de polvo era densísima. A tal grado de sentir que hacía daño. Desde ese momento pensé en que podría apodarme José, en vez de Luis, sí José Fernando, Pepe Nando&; pepenando. Esa misma noche al terminar el trabajo decidimos no volver.
Además de todo el turno terminó a la una y media de la mañana. Nos despertamos a las 13h00, comimos un buen almuerzo preparado en por Osvaldo en un asado el día anterior. A las tres sonó de nuevo el teléfono y nos ofrecían otro trabajo. Esta vez el señor juró que no sería demasiado pesado y que no habría polvo. A la expectativa accedimos y fuimos a trabajar. Nunca nos informó que el turno es de doce horas continuas y para hacerlo más drástico, son doce horas continuas DE NOCHE. Sí, de 18h00 a 6h00, de seis a seis.
El trabajo es una chinga, (esta expresión es la palabra más cercana). Pero no atenta con nuestra salud. El trabajo consiste en montar conos y señalización en la carretera. No es un trabajo gratificante pero son nueve dólares la hora, por doce horas son CAN$ 108 equivalente a $1080. Ahora en mis largas horas de labor he pensado que ya no lo hago por el dinero. Creo que ahora conozco la vida de un inmigrante, porque estoy haciendo trabajos (parafraseando al ex presidente) que ni los negros quieren hacer. Aquí estamos todos al mismo nivel, he trabajado con un mexicano, dos argelinos, un haitiano y Gabo. Mi plan no es hacer ese trabajo toda mi estancia, al contrario creo que con un par de jornadas tendré. Así cuando sea Presidente de la República, conoceré la realidad de los mojados, de los que ahora formo parte. Podrías decir que estoy yendo al “gimnasio” doce horas, un día sí y un día no para sacar la renta.
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