Desde el inicicio de mi día, en mi desmañanado arribo al aeropuerto, fueron brotando los personajes de aeropuerto. Unos muy risibles, otros que solo dan pena, y otros, quizás, envidia.
Este es un güey que viste con una playera de huesos (de esas que no tienen nada de mangas solo unas tiritas que van a los hombros). Tiene un tatuaje que logra verse en las amplias aberturas de su camiseta, lo que se lee está en latín, como si tatuarse algo en una lengua muerta te hiciera más culto. Lleva un sobrero chistosón. Usa lentes y no logra desprenderse ni de su look malo ni del bueno. Por eso lo apodo el Justin Timberlake cholo.
Este otro, es un grupo de individuos que se repite, estoy seguro, a diario. Están en el aeropuerto de Guadalajara. Quiero apodarlos Los polleros. Deja te explico.
–¿Cuántas personas viajan? –pregunta la obesa encargada de seguridad.
–seis –contesta la líder pollera.
–¿Cuántas maletas lleva?
–trece.
¡¡¡¡¡TRECE!!!!! Por Dios Santo que me cuida y me guarda, qué tantas cosas puede llevar una familia de seis a Los Ángeles. Yo no entiendo, allá ya hay todo. Pero lo peor del caso es que de las maletas que no son gigantescas dos son cajas de cartón amarradas con mecate de plástico. Hay, hay, hay mis queridos Angeleños. Tal vez exagere pero se debe a que gracias a Los polleros, el ascenso de los pasajeros que no volábamos a Los Ángeles se detuvo que porque su vuelo salía primero. Bueno, agradezco al menos, que no me toco vivir en el autoexilio y que como Paisa, estaría obligado a transportar las gallinas, el guajolote los recuerdos gastronómicos de mi tierra.
Después de eso mientras ingiero los sagrados alimentos –ya en un aeropuerto gringo–hay un señor enfrente de mí que antes de empezar a devorar pone las palmas de sus manos como a
La pareja de hermosos. Una güerita –castaño claro, no güero Miss Clariol– con bronceado perfecto, unos shortcitos bien cortos que muestran sus perfectamente torneadas piernas, con una figura digna de tenista rusa acentuada por una ligera blusita que enseña justo lo necesario –ni mucho ni poco– y con cara con un ligerísimo toque de maquillaje que muestra su gran belleza natural. Esta Venus de aeropuerto caminaba al lado de un tipo de 1.85 que también podría haberse caído de una revista de modelos.
Por último tengo a una pareja que habla alemán. Lo sé porque se han dicho tres palabras. Creo que yo estoy teniendo una conversación más nutrida con las ardillas de mi cabeza. Parecen novios por su diferencia de edades, pero también parecen completos desconocidos o recién divorciados. Yo qué sé. Espero que no sean así todos los que hablan alemán.
Y a todo esto ¿Por qué el título? Le prometí a mi hermano (¡¡¡hola Juaaaaaaaaan!!!!)que si comía en Panda Express titularía ídem un post. Helo aquí. Después de zamparme un delicioso orange chicken con mixed veggies me entró el ánimo de escribir. Pero ya me voy porque así como entra el ánimo también ataca el ánimo de salir y ya sabes, me queda otro laaaargo vuelo.
2 comentarios:
pues buen provecho y mucha suerte!
Bon voyage!
Éxito en tu viaje y espero que relates otra de tus paradas viajeras a ver que tal hay de personajes.
salu2 terribles y perversos
la desaparecida mercedes
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