miércoles, 16 de julio de 2008

Nadada

Llegué a las 9h30 a la presa de Valencia (tambiebn conocida como presa de Hurtado) al registro para que me tatuaran mi numerote. Después estuve esperando la salida con la tradicional tripa doblada de nervios y emoción, a ratos dizque calentaba y todo esto acompañado de mis papás. Allá me encontré al resto del equipo del Atlas Colomos: Sonia, su hijo y Angélica. Total que después de un rato nos llamaron a todos, la verdad éramos pocos en comparación con los de Santamaría, pero yo era el numero 285, así que en realidad no éramos tan poquitos. Sonó el balazo y todos corrimos al agua cual ratas huyendo del fuego, después del chapuzón comenzaron las brazadas que no habrían de detenerse por los siguientes 67 minutos.

El agua estaba rica, frillona, pero después de cinco minutos me templé. Mis brazos seguían el compás de la música de artistas diversos seleccionados para tal ocasión. Y mi ritmo se veía acelerado solo cuando ciertas melodías entraban a mi sistema nervioso, en especial dos canciones, una interpretada por los 10,000 maniacs cercana al final de la primera parte. Ya con el paso agarrado, continué avanzando constantemente, y así sorteé los oleajes de la mitad del recorrido por las nuevas energías aparecidas de la canción de los maniacos. Así avancé hasta cercana la meta cuando Chris Martin me deleitaba con su más reciente producción de su Viva la Vida. Disco emotivo porque mi hermano Juan lo compró en Irlanda y unió la memoria sonora con la emocional. Dotado de energías que creí no tener apreté el ritmo y en ese “sprint” final deje atrás a seis rivales.

A pesar de haber hecho un mejor esfuerzo, mi tiempo se vio incrementado en siete minutos. Con este aire de decepción espere los resultados oficiales acompañado de unos deliciosos camarones al mojo de ajo. ¡Cuan equivocado estaba en estar decepcionado! Luego descubriría que ésta prueba fue más difícil que su similar anterior en Santa María del Oro. Sin embargo, cabizbajo por mi tiempo no oficial, estaba radiante de gusto; en parte por las endorfinas del deporte y en parte por haber concluido una prueba más habiendo dado lo mejor de mí.

Por cuestiones logísticas -llevar a mis papás al aeropuerto-, me retiré del lugar, habiendo consignado previamente a mi primate amigo (Roberto “el Chango” Dávila) a notificarme del resultado oficial. ¡Qué agradable sería mi sorpresa cuando el SMS de mi camarada me indicara que había acreditado el tercer sitio! Eufórico planteé la posibilidad de regresar, pero por cuestiones de tiempo me era imposible, de todos modos el Chango me guardaría el trofeo.

Tras dos horas de júbilo, le llamé para constatar los hechos, pero me entrego la mala noticia: Me desplazaron al cuarto sitio por un error de los organizadores en la publicación de los tiempos. Una hora después de haber computado los tiempos oficiales, se les ocurrió reportar un nuevo primer lugar, despojándome así del podium ¡Grandísima decepción! Pero no será sino una barrera en mi afán de llegar cada vez más adelante.

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