sábado, 1 de mayo de 2010

Pascua 2010. Primera parte


Viernes 9 de Abril de 2010


Despedí a Zurich de madrugada con la última nevada del año. El despertador sonó a las 4.30 y en la parada para tomar el primer camión caía un aguanieve molesta pero bonita. Con el nervio del aeropuerto pasé los controles y aborde el avión de Swiss hacia Estocolmo.

Me recibió la foto de alguna personalidad de la realeza que se va a casar en Junio, pero encontrar el camión desde Arlanda hacia la ciudad –que me habían comprado con tiempo– no fue tan fácil, ya después de media hora de preguntar me mandaron a otra terminal y por fin logré subirme al camión que me llevó a la autonombrada Capital de Escandinavia.

Ya entrada la mañana me encontré por fin, con uno de los motivos del viaje: Pene. No fue difícil destacar a mi amiga entre tanta güera, he de admitir. Y hablando de güeras, es verdad lo que dicen: se notan las rubias. Cuando llegué a Zurich creía que había muchos güeritos, ahora no creo que haya tantos. Dejando atrás tan justificada distracción continuo con el relato.

Ese día caminamos por Estocolmo, puedo nombrar los lugares que visitamos pero no vale la pena, por más que se platiquen no se comparará nunca con verlos en vivo y en conjunto. Lo que sí puedo contar es la impresión que causa la ciudad. Está construida en un montón de islas, tienes el mar por todos lados; hay canales, estrechos, esclusas y por supuesto: barcos, montones de barcos. Grandes, chicos, bonitos, feos, nuevos, viejos y sobretodo uno muy viejo.

Este es un barco que se hundió en las ciudad y hasta hace poco decidieron desenterrarlo (¿se dice así también cuando se saca del agua?) y ponerlo en un museo. El caso es que la versión restaurada del Vasa se puede visitar en el museo homónimo. Por supuesto que por culpa de la piojez decidimos verlo nomás por afuerita y gastarnos esas coronas en un café viendo el puerto.

Después de una merecida siesta, una buena cena y copiosos jägermeisters decidimos ver como celebran las suecas (ok, ok y los suecos también). Salimos Cynthia y yo a calentar motores a un bar. Y cada salida a fumar fue pretexto para pedirle fuego a alguna rubia. Resulta que en ese plan son bien buen pedo y los mexicanos muy bien recibidos. No puedo decir lo mismo de adentro del bar; pero eso se lo puedo atribuir a mis nulas habilidades de seducción. Sin embargo, la noche terminó como se debe y las buenas fiestas con Penélope fueron sacadas del olvido.


Sábado 10 de Abril de 2010

El día siguiente nos recibió con buen clima. Por favor, con buen clima me refiero a primavera nórdica, no solazo de abril en México. Visitamos más edificios y partes bonitas de la ciudad, hasta que nos dieron las 5; tiempo de reunirnos con Berina y Emre, compañeros del viaje a Tallin.

Como al parecer es costumbre de los viajes con Pene uno tiene que correr, yo no quise rompre la costumbre. Faltando 15 para que zarpara el barquito, estábamos en la terminal ¡del barco que va a Helsinki! Así que tuvimos que correr al otro muelle. Y cuando digo barquito me refiero a un pequeño crucero de 10 pisos y una cuadra (o hasta más) de largo. Entonces caminar hacia el otro embarcadero lleva un rato. Por suerte llegamos con tiempo.

Yo por lo general no tengo problemas con las nacionalidades, pero en el barco destacaban dos grupos de gente. Los Malos, que invariablemente eran rusos. Yo no sé que tengan pero se ven malos. Unos están mamados, otros simplemente están ahí son sus caras de malos –probablemente ayuden a los viejitos a cruzar la calle–; pero insisto: hagan lo que hagan tienen cara de villanos. El otro grupo que destacó fueron los depravados. Diez o doce individuos parecidos a Apu, consideraban que la técnica europea del ligue es arrimar el Chile por Detroit hasta correr a la mujer en turno. Por suerte una vez en Tallin los depravados se disolvieron entre tantos eslavos.

Tampoco describiré edificios específicos de Tallin (en parte por las mismas razones que Estocolmo y en parte porque no recuerdo ninguno). Pero mi primera visita a la Europa ex comunista me dejó impactado. La parada obligada en Tallin es el centro histórico. No es grande, fácilmente se recorre –sin visitar a detalle– en 3 horas, pero es un pueblo medieval perfectamente preservado. Detrás de las murallas se encuentra la verdadera Tallin, mucho más impactante. Esos edificios grandes y grises al más puro estilo soviético, interrumpidos solo por enormes fábricas; nuevamente al estilo soviético.

De ahí en más lo que vale la pena de Tallin es –según las mujeres– la compra y según los hombres: las mujeres. Como fue de costumbre en este viaje hay que salir todos los días ¡Y cómo dejar escapar la oportunidad de fiestear tras la cortina de hierro! Así que ahí vamos al antro recomendado por una vendedora de lencería. Pero resulta que en el antro de al lado había un fashion show, así que la opción fue fácil y entramos al Spyder. En este lugar las que estaban en el piso no le pedían nada a las de la pasarela. Aunque les encantara jugar conmigo. No daré detalles, mejor pregúntaselos a Pene que estaba muerta de risa.


Domingo 11 de Abril de 2010

El día siguiente dado que estábamos en un lugar donde los lujos son afordables las féminas decidieron dejarse manosear. Ok, ok, decidieron disfrutar de un masaje profesional. Claro y ahí tienen a los dos babosos que tienen que esperar. Está bien, está bien, tampoco fue tan malo, desayunamos y escribí un par de postales. Cuando estuvieron cuajaditas fuimos de nuevo al centro a caminarlo.

Como siempre estaba lluvioso, y no habiéndome cafeinado correctamente, un cafecito (cafecito porque era un local bonito de esos que la calidad del café no es tan importante… aunque aquí resulutó que el café sí fue bueno) sonó como una buena opción. Seguimos caminando por la ciudad medieval hasta que decidimos que ya habíamos visitado suficiente. Pene necesitaba timbres postales así que se separó. Nosotros esperándola encontramos un bar de Depeche Mode. Sí un local dedicado justo a esa banda, qué mejor cierre para esta estancia en Tallin.

Lo único que nos falto hacer en mi primera visita a Europa del Este, es ir a conocer algún Teibol. LA verdad ya no nos dio tiempo, así que después del bar de Depeche, Verena y Emre se fueron al hotel por las maletas y nosotros fuimos al súper a comprar provisiones para el barco de regreso. Qué bueno que no nos entretuvimos, porque si hubiéramos ido a conocer los Teibols, hubiéramos acabado borrachísimos, haciendo compras malísimas en el super (salmón ahumado, caviar de 15 pesos, pan con queso) y corriendo al barco al grado que hubiéramos llegado con cinco minutos de anticipación y por poco hubiéramos perdido el barco. Lo bueno es que somos responsables y todo se desarrolló suavemente. Tomamos el crucero y después de ocho horas de beber poquito y dormir mucho, nos recibió Estocolmo con una agradable nevada.

Continuará…

1 comentario:

mercedes dijo...

Como siempre tan amenos tus relatos, me da gusto que te esté yendo súper bien y ya regresé, no estaba muerta andaba trabajando, pero ya mismo me estoy poniendo al día en esto del blog!!!

salu2 terribles

mercedes