Con toda la controversia mediática que hemos visto acerca de la pre-asignación de ganadores en el concurso para la construcción de la Villa Panamericana, me di la libertad de solicitar la opinión de mi buen amigo Juan Lechuga, con quien comparto postura. En otras palabras, suponemos que el concurso estaba arreglado. Aquí la carta que según me comento, fue enviada al periódico Mural, pero que no ha sido publicada.
Estimado lector:
Estoy consternado; los responsables del concurso para la construcción de la Villa panamericana se atreven a decir que es un asunto legal y que no hubo trampa. Tratándose de coherencia, están a años luz de llevarse la medalla de oro, siquiera de bronce.
Supongamos que los proyectos ganadores tuvieron las mismas oportunidades que los demás, que son arquitectónicamente viables y que la información que se dio fue la misma para todos. Suena raro que “el encargado de diseñar la imagen urbana del Parque Morelos” (Mural, 2008) resulte el ganador del concurso; incluso cuando su proyecto fuese el mejor (lo dudo). De cualquier forma él no debió concursar. Todas las empresas que hacen concursos, por el premio que sea (viajes, descuentos, dinero, etc.), ponen en letras chiquitas: no válida para empleados o familiares de la empresa tal ¿Por qué en asuntos gubernamentales si se vale que concursen los cuates de los organizadores?
Qué otra prueba se requiere si Mural en la edición de hoy 22 de febrero cita al ganador Álvaro Salvador Morales Hernández “no tenemos […] ninguna relación contractual con el Ayuntamiento como se afirma, sino una promesa”. Si el Sr. Morales tiene una promesa, me veo obligado a suponer que antes del concurso le dijo al Ayuntamiento: “escoge el proyecto con un techo así, o el de tales características”. De este modo el anonimato del concurso puede verse fácilmente comprometido. Por lo mismo no tienen por qué andarse prometiendo nada. Luego que no digan que fue un proceso limpio ¡qué incoherencia!
Ahora, si el jurado está conformado por ignorantes de la materia, se considera ineptitud. Si el concurso estuvo arreglado, fraude. El ganador de la presea de plata preferirá el oro, pero al menos sabrá por qué perdió. Aquí (parece que) las medallas ya estaban repartidas. La incompetencia gubernamental se perdona, las chapuzas no.
Juan Lechuga
lunes, 25 de febrero de 2008
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