lunes, 25 de febrero de 2008

Cambio climático, nuestro alcoholismo

El alcoholismo es un problema al que está expuesto cada ser humano ¿Qué pasaría si extrapoláramos la adicción a la visión del humano como especie? Lo más cercano al alcoholismo que enfrenta nuestra especie es el cambio climático.

Un alcohólico empieza su consumo socialmente, por encajar o simplemente por curiosidad. Así el usuario experimenta sensaciones nuevas, como la desinhibición o la sensación de poder. Igualmente un país siente solvencia económica e independencia teniendo una fuente de energía para satisfacer estas necesidades. Las sensaciones que se obtienen tanto producto del alcohol en individuos y del uso de la energía en naciones se pueden obtener por varios métodos. En ambos casos se pueden obtener salidas rápidas o baratas. Para un alcohólico, aparentemente, es más fácil beber que lidiar con sus problemas; así para una nación es aparentemente más fácil quemar petróleo barato, que invertir en fuentes más sustentables y caras.

En un comienzo cuando el individuo bebe se siente feliz porque es aceptado e incluso cumple con las imposiciones de un ente superior, la sociedad. Aquí el que bebe más es más valiente, más chistoso, más “normal”, más etcétera. Cuando una nación tiene un problema pide apoyo y se ve obligado a cumplir con ciertas imposiciones de otro ente superior. Así como el individuo se ve presionado a beber, la nación se ve obligada a lograr un desarrollo sostenido, con una sensación de bienestar muy similar a la del alcohólico ¿Cómo lograrlo? Por la puerta fácil: más quema de combustibles fósiles, más deforestación, más industria contaminante, más etcétera.

Conforme pasa el tiempo el alcohólico, bajo las influencias de la sociedad tolerante del alcohol, siente que estas conductas son buenas y que esta es la forma de lidiar con los problemas: me gusta una mujer, bebo para atreverme a conquistarla; con esta mujer puedo pasar el resto de mis días, bebo para proponerle matrimonio; esta mujer me saca de quicio, bebo para superarlo; pasa cualquier cosa en mi vida, bebo para superarlo. La adicción madurará. Incluso habrá etapas en las que esta adicción será muy cómoda ¡Claro que es más fácil enfrentar los problemas ebrio! Pero todos sabemos que es una puerta falsa.

Del mismo modo conforme pasa el tiempo, una nación dependiente de los combustibles fósiles, siente que esta es la forma de mantener un desarrollo. Claro, bajo la influencia de las naciones que ya se han desarrollado así. Y la situación es peor si requirió un crédito; ya no será influencia lo que se ejerza, sino presión por parte de los prestamistas, sean naciones o entes supragubernamentales. Del mismo modo que un individuo lidia con su afectividad, una nación pensará: tengo un alto número de pobres, se requiere energía y agroquímicos para que disminuya la pobreza; la sociedad está descontenta, doy subsidios a la energía utilizando petróleo barato. La maduración de la adicción se llevará a cabo de diferente forma para los países que produzcan petróleo y para los que lo importen, pero al final la adicción será igual para los dos, a menos que decidan hacer un cambio.

Lograr un cambio no será fácil, hay que recordar que un alcohólico estará cegado de la realidad, porque la sociedad le ha hecho ver que “beber está bien” y se conformará con un simple “yo no soy alcohólico”. Incluso a pesar de ver alejadas a las personas más queridas seguirá viendo el problema como ajeno, nuevamente por su incapacidad de afrontar los obstáculos. No será hasta que el individuo llegue a “tocar fondo”. Comparativamente, una nación estará cegada de la realidad porque los cobros de deudas o la ilusión del primermundismo, hacen imperativo el consumo de energía barata, por lo general proveniente de fuentes no renovables.

Es muy difícil tanto en individuos como en estados hacer ver su error porque los más sensibles a las consecuencias son los pertenecientes a escalas de poder inferiores: un papá alcohólico defenderá su honor al no hacerle caso a su hijita; así como el gobierno de un país en vías de desarrollo no escuchará a sus pobres. En ambos casos los adictos no son la esfera superior de poder: siempre hay otros papás más exitosos y naciones más ricas. Así como un individuo aleja a sus seres queridos por conductas violentas o negligentes, un país adicto produce enemistades con sus similares por no querer desprenderse de su fuente de “desarrollo”. Por tanto, entre individuos se generan puñetazos; entre países, guerras.

Pero existe una enorme diferencia, y radica en el carácter grupal de una nación. Es decir, el alcohólico es un individuo, y un país está formado por mucha gente, con grandes diferencias entre sí. Dentro del carácter individual del alcoholismo los más afectados por la bebida son cada uno de los bebedores. Sin embargo, con el cambio climático no son las naciones adictas a los combustibles fósiles quienes resultan más afectadas; sino la gente en la base de la pirámide económica de cada nación. Dado el modelo económico en el que vivimos, los más afectados de la adicción de los países ricos, son los individuos pobres.

Hemos oído de trágicos casos de conocidos alcohólicos que destruyen su núcleo familiar y caen tan fuerte que no pueden levantarse, llevando muchas veces a una catástrofe. Es ahora tiempo que como especie nos cuestionemos si queremos dejar de consumir ahora que aun podemos o eventualmente tocar fondo. Es preferible decir “fue lo más difícil que he tenido que hacer” a “ya no hay nada que hacer”.

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