martes, 20 de diciembre de 2011

Disparidad memoria-oido


Hoy fue uno de esos domingos que al estar desperdiciando tiempo en Facebook trabajando como mexicano en el gabacho, repicó en mi cerebro una cancioncilla. Una sorpresa tan agradable. Tan nítido el repique que hasta se me puso chinita la piel. No tuve opción, bloqueado cerebro decidí entregar mis tímpanos a cuan disfrutable placer. Mentalmente seguí el repique de ese sensual teclado hasta darme cuenta que mi subconsciente me rogaba… me decretaba escuchar Take a Bow (de Muse, sin lugar a duda). Y así sigue sonando por tercera vez consecutiva.

Me hizo pensar en el repique ¿por qué pasa que tras una noche de altísimo volumen—antro, concierto, sexo—se queda grabados en tu memoria involuntaria esos sonidos? Pero fenómeno extraño se alteran entre un volumen alto y bajo, como si te gritaran en el oído o como si te susurraran. Tomemos el ejemplo del sábado (no, desafortunadamente no tomé parte en el coito).

Llegue a mi casa después que el periódico—si he de añadir—y  con una sana dosis de estimulantes. Al estar escuchando el silencio, regresaban a mi canciones (no es de extrañar) pero por qué el cambio de volumen ¿es acaso alguna rareza en la paridad de mi oído y memoria? Realmente no me importa porque a veces me obliga a escuchar de nuevo a Muse.

Hablando de estimulantes ¡vaya que el alcoholito altera la percepción del mundo! Afortunadamente este psicotrópico no tienen en mí afectaciones a la memoria—salvo el caso del volumen alternante de los recuerdos musicales, creo—. Por tanto sé que no me arrepiento porque justamente no hice aquello por lo que podría arrepentirme. Casi, pero no. 

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