Recuerdo que estando morro me vi olbigado a asistir a una aburrida reunión familiar. En una de esas me encontré en una caballeriza con algún primo lejano. Los dos estabamos sujetando los barrotes de la caballeriza cuando noté las habituales miradas recurrentes sobre mis rasgos diferentes. El devergonzado chamaco preguntó el porqué de mi escacez dactilar a los dos minutos. Yo ya estaba esperando la pregunta así que me tomé la libertad de responder „me los comió un caballo“. Yo cagado de risa por dentro de ver los ojos como platos de aquél otro escuincle (que ya ni me acuerdo de él) y de cómo disimuladamente retiraba las manos de los barrotes temiendo la mordida de aquel equino para después alejarse lentamente de la caballeriza.
O me acuerdo de aquel vendedor de fruta picada. El cabrón tenía una habilidad de envidiarse para mover el cuchillo. Pero no creas que un cuchillito, una pinche arma blanca cual machete recién afilado. Me tomé nuevamente la libertad de jugar con su cerebro.
-Oiga, y usté nunca se ha cortado?
-No, gracias a Dios no –Me contestó terminando de pelar un mango.
-No, esque le pregunto porque yo una vez cortando jícama me di un cortadón con un cuchillo que qué le cuento! Hasta me tuvieron que mochar los dedos… -ya de por sí me estaba cagando de risa por mi mentira infame.
Pero cual si hubieran rasgado con la aguja el LP para detener la escena. El tipo se detuvo en seco para contemplar mi mano mocha. Nuevamente me regocijé con los ojos de plato.
-Pero no se apure –le dije- yo me corté cortando jícama.
La tercera anécdota me hizo regresar de donde estaba a escribir este post. En uno de los pasillos saludé a un nuevo conocido, un conacional. A su lado estaba otro guey que sí entendía nuestro castellano. Y en ese momento se dio la presentación: „que Carlos“; que „también de México“ y plaf! El apretón de manos. Me imagino que sintió lo magro de mi palma porque el tipo este se asustó: tensó todo el brazo y hasta retiró su brazo. Como si le hubiera dado toques. Trató de disimularo, como todo el mundo, pero cuando te ha pasado tantas veces, aprendes a distinguirlo. Claro yo sé que no es adrede y que eso no lo convierte en un discriminador de seres incompletos. Pero a cómo me hizo reír. Por supuesto durante la plática de dos o tres minutos, sus ojos volvieron a la escena del crímen.
Ahora estoy totalmente acostumbrado y sé que la gente una vez que se da cuenta voltea varias veces a ver mis manos o pies –tal cual como le pasa a Harry Potter cuando la gente busca su cicatriz-. Y sé también que, dependiendo de la personalidad, no tardará más de un par de días, semanas, o por lo general: una peda; en soltar el tradicional „oye y qué te pasó en las manos“.
Si tiene errores lo siento, no tengo tiempo de corregirlos ahorita, todavía tengo que ir por un café. Y por cierto las „comillas“ que empiezan por abajo se ponen solitas y los signos incompletos (?!) no son mi culpa, son estas máquinas alemanas.